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El viñedo abandonado: La cruda crisis que sacude a los viticultores de California

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Si hay una imagen que define la idiosincrasia de California, es la de sus interminables y soleados viñedos. Son un símbolo de prosperidad, de terroir y de un estilo de vida. Por eso, resulta aún más impactante la noticia, reportada por Tim Hearden de Western Farm Press, de que “decenas de miles de acres” de viñas están siendo abandonados. No es una metáfora; es la cruda realidad económica que está reconfigurando el paisaje vitivinícola del estado.

Como amante del vino y observador de la industria, leer el reportaje de Hearden me produce una profunda inquietud. La situación que describe no es una mera fluctuación del mercado, sino un síntoma de una enfermedad sistémica. La industria de la uva de vino comparte ahora un doloroso diagnóstico con los almendros de California: para muchos agricultores, los costes de producción han superado de tal manera los retornos que es más barato no cultivar.

El mercado no perdona: La lógica despiadada del abandono

Según el informe, que cita a Jeff Bitter, presidente de Allied Grape Growers, el problema es de una escala asombrosa. A las aproximadamente 40,000 acres de viñedos que han sido arrancados desde la cosecha de 2024, hay que sumarle estas “decenas de miles” de acres que simplemente se han dejado de labrar. Los racimos se pudren en las vides porque no hay comprador, o porque el precio ofrecido no cubre ni el coste de la cosecha.

Hearden pone el dedo en la llaga al explicar las consecuencias de este abandono. Un viñedo no es una parcela aislada; es parte de un ecosistema. Cuando se deja de gestionar, se convierte en un criadero de plagas como la chicharrita y un foco de enfermedades como el mildiu polvoso. Estos problemas no respetan linderos de propiedad y migran a las viñas de los agricultores que aún luchan por mantenerse a flote. Es un efecto dominó de la decadencia.

Una respuesta legislativa a un problema agrícola

La situación ha llegado a un punto de ebullición tal que ha exigido una respuesta política. Hearden detalla en su artículo la Ley AB 732, firmada por el Gobernador Gavin Newsom**. Esta legislación, impulsada por una amplia coalición de grupos agrícolas, otorga a los comisionados agrícolas de cada condado la autoridad para imponer multas civiles a los terrenos “notoriamente descuidados”.

La ley establece multas de 500 dólares por acre para una primera ofensa, que pueden aumentar a 1,000 dólares si no se observa un “esfuerzo de buena fe” por parte del propietario. Es un intento directo de proteger a los agricultores responsables de las externalidades negativas generadas por el abandono de sus vecinos.

Una reflexión desde el exterior

Al analizar la información reportada por Hearden, no puedo evitar ver un paralelismo con las fuerzas de mercado que sacuden otras industrias. El exceso de oferta global de uva, la presión a la baja en los precios y el aumento de los costes de insumos han creado una tormenta perfecta. Es la globalización y la ley de la oferta y la demanda impactando en un negocio tradicionalmente romántico.

La solución no es sencilla. Arrancar un viñedo es caro, y abandonarlo es una carga para la comunidad. La ley AB 732 es un parche necesario, pero no aborda el problema de fondo: la falta de rentabilidad para el viticultor.

Como consumidor final de una botella de vino de California, esta noticia me hace reflexionar. Detrás de cada etiqueta hay una cadena de valor bajo un estrés inmenso. La próxima vez que disfrute de un Zinfandel de Lodi o un Cabernet de Sonoma, lo haré con un nuevo nivel de conciencia. La elegancia en la copa puede estar enmascarando una lucha desesperada en el viñedo. La crisis de los “decenas de miles de acres abandonados”, expuesta por el riguroso reportaje de Tim Hearden, es un recordatorio de que la viticultura, antes que arte, es agricultura. Y la agricultura, hoy por hoy, es una batalla cuesta arriba.

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