Las particularidades de un gran país productor: España

Como profundo conocedor del sector vitivinícola español, me proclamo fan de la nueva generación de viticultores y enólogos que están surgiendo en el país. No obstante, insisto en que no hay motivo alguno para denostar el clasicismo español.
Como muchos colegas, creo que prima la elegancia por encima de la concentración y opino que, en este sentido, los grandes clásicos españoles – la mayoría de ellas casas centenarias de Rioja – tienen mucho que decir. Recuerdo -con cierto estupor- que la crítica española pasaba de lado durante décadas la finura y también el hoy notorio y espectacular potencial de envejecimiento de bastantes marcas históricas que hoy son consideradas sin duda parte del patrimonio universal del vino, si tal cosa existe.
Los lastres del pasado -como parques de barricas poco cuidados o un estilo oxidativo mal llevado– son cuestiones que han quedado atrás y resulta curioso que recipientes de madera usados o semi nuevos son hoy en día bienvenidos por los productores, tanto por los postmodernos como por los clásicos. Dos mundos opuestos sirviéndose de las mismas herramientas.
El enorme cambio que está experimentando la vitivinicultura española, denominada por la crítica internacional como “the New Spain”, era solamente una cuestión de tiempo.
Una vez que la nueva generación se fijara detenidamente en las posibilidades de su terruño, todo el resto tenía que venir: el redescubrimiento de variedades autóctonas y de zonas de cultivo completas como el Bierzo o Canarias, las valoraciones de parajes específicos, el purismo de un viñedo llevado de forma orgánica o biodinámica, etc.
Además, hasta hace pocos años muy poca gente era realmente consciente de las posibilidades que ofrece España como país productor. Alemania, Grecia, Italia, Portugal, Suiza o Hungría, todas estas naciones del viejo continente, han elaborado a lo largo de su historia grandes vinos. Y todos tienen un factor en común. Tienen solo un mar, o ninguno, ejerciendo influencia sobre su viticultura. Pero España tiene dos. Junto a Francia, cuenta con este gran punto diferenciador que abre un enorme abanico de posibilidades que otros no tienen. Estados Unidos sí tienen dos océanos. Pero no muestran esa compleja convergencia que ejercen las influencias marítimas sobre el terreno español, sobreponiéndose una sobre la otra.
¡Ha llegado el momento de lucirse para los vinos de España! Estas primeras décadas del nuevo milenio pueden servir para que la nueva España vitivinícola destaque en el podio internacional. Actrices y actores de extraordinaria calidad le sobran al país. Hace falta que su propia gente se lo crea. Y convencer a los de fuera. ¡Éste será el verdadero desafío!
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FOTOGRAFÍA : cata ‘Prestige Rioja’,impartida en Suiza por periodista alemán David Schwarzwälder , donde recibió el pasado 29 de abril, de la mano de María Celsa Nuño, Embajadora de España en Suiza, la Cruz de Oficial de la Orden del Mérito Civil por su prolongada labor a favor del vino español en los mercados centroeuropeos como Alemania, Suiza y Austria.
Periodista alemán especializado en vinos ibéricos. En 1999 ganó como primer extranjero el premio ‘Nariz de Oro’.
Desde entonces, Schwarzwälder ha publicado varios libros y centenares de artículos, reseñas y columnas, y ha colaborado tanto con Consejos Reguladores como con el ICEX presentando y representando a los vinos españoles también fuera de los mercados europeos.
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