La genética de los híbridos de la vid y sus consecuencias
La investigación de la genética de las uvas europeas, que ha llevado a cabo la Academia China de Ciencias Agrícolas, proporciona una nueva visión de la historia genética de las uvas europeas, y de cómo la hibridación y la interacción con las uvas silvestres han influido en su evolución y diversidad.
El estudio, titulado «Introgresión adaptativa y desadaptativa en el cultivo de la vid» y publicado en PNAS, se ha centrado en rastrear la historia de la hibridación genética, entre las uvas cultivadas y sus parientes silvestres europeos.
La evidencia arqueológica sitúa el inicio del cultivo de la vid alrededor del 5.900 a.C., en regiones como el sur del Cáucaso, el norte del Creciente Fértil y el Levante. A medida que se expandieron por el Mediterráneo, se diversificaron en numerosas variedades adaptadas a sus entornos locales.
Durante los últimos 3.000 años, las vides se establecieron en Europa, donde las variedades importadas interactuaron con poblaciones silvestres genéticamente distintas. Los investigadores sugieren que las uvas silvestres han sido una fuente esencial, para mejorar el sabor de las uvas destinadas a la producción de vino.
El equipo recopiló datos de 305 muestras existentes. También realizó la secuenciación de otras 40 muestras de colecciones de germoplasma de uva, procedentes del Departamento de Agricultura de Estados Unidos en Davis, California, utilizando la plataforma Illumina HiSeq 4000. Esta colección combinaba tanto uvas silvestres, como cultivadas de todo el mundo.
El análisis genético, basado en el aprendizaje automático, reveló que a medida que se generaban híbridos y mejoras de reproducción intencionales, se introducían segmentos genéticos con una mayor carga nociva. Esta era, principalmente, bajo la forma de polimorfismos de nucleótido único (SNP) y variantes estructurales ocultas en un estado heterocigoto.
Los investigadores sugieren que, si bien la hibridación ha traído beneficios, también conlleva una carga potencialmente perjudicial. Según el estudio, ciertas regiones genéticas contienen un alto número de variantes nocivas conocidas. La identificación de las beneficiosas, y de las perjudiciales, podría ser un factor importante para desarrollar estrategias de mejora genómica más efectivas en la viticultura.
Es importante destacar que la existencia de carga nociva no se limita exclusivamente a las uvas cultivadas. Suelen ser segmentos de ADN no codificante, que no aportan beneficios específicos. Sin embargo, no está claro si la eliminación de estas regiones tendría algún efecto positivo en la planta resultante, ya que generalmente están inactivas.
Incluso se plantea que tener regiones genéticas no cruciales podría ser una ventaja, ya que actúan como un amortiguador contra los efectos perjudiciales de las mutaciones aleatorias en genes críticos. Cerca del 98% del genoma humano no codifica proteínas y, aunque no todo el ADN no codificante es completamente inútil, ya que proporciona una protección contra mutaciones dañinas que podrían afectar a genes codificantes.
En el estudio también se examinaron las uvas de mesa, y se encontró que estas variedades presentaban eventos de hibridación mucho menos frecuentes. Esto sugiere que las uvas de mesa han mantenido características favorables desde el principio.
Esta investigación pueden tener implicaciones significativas, para el desarrollo de estrategias de mejora genética en la viticultura.
Directora de La Gaceta del Vino
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