Sí, el vino es cultura y tiene alma.

Quizá hubiera sido mejor que este artículo fuera una reflexión interna, propia, íntima, más que un artículo para publicar. No obstante, es lo que siento y así lo escribo.
Esta última semana se han celebrado en mi población, Manzanares, unas jornadas dedicadas al vino. Un homenaje de un pueblo de La Mancha al vino, a su vino, en cuya organización tengo el inmenso honor y placer de colaborar.
Desde un principio (de las tres ediciones que llevamos) quisimos huir de lo que se suele ser una fiesta del vino, con la promoción casi siempre exagerada de esta bebida. No lo critico, pero no era lo que perseguíamos en Manzanares. Es más, dudo que alguien haya visto a gente bebida durante estos días (no al menos más que cualquier otro fin de semana).
Nosotros queríamos rendir un homenaje al vino como protagonista que es de nuestra comunidad, pero promoviendo su consumo con moderación y placer. Por ejemplo, ahora está de moda en muchos lugares la fiesta de la tapa, pero nosotros, como hemos querido hacer protagonista al vino, celebramos la fiesta del maridaje de vino con tapa. No basta con preparar una buena tapa, también hay que saber acompañarla de un vino y que éste sea servido en óptimas condiciones de temperatura, servicio, cristalería, etc. Así situamos al vino por delante y mantenemos el homenaje.
Concursos artísticos, de literatura, fotografía, creación de etiquetas, grupos de jazz, lecturas poéticas y literarias, adorno de escaparates, fiestas para niños donde los globos se han convertido en inmensos racimos que se colgaban en cepas gigantes, quince catas comentadas donde lo fundamental no ha sido solamente decir si el vino estaba bien de color, tenían aromas a manzana verde o a vainilla y taninos más o menos redondos… y mucho más. Saber de dónde es y cómo se ha hecho ese vino, qué transformación había sufrido desde el campo a la botella, cómo degustarlo, servirlo y otras particularidades. Visitas guiadas a las bodegas, cenas maridadas y comentadas por enólogos y cocineros, todo esto y muchas otras actividades han formado parte de este homenaje al vino.
Pero todo ello desde el respeto al homenajeado, al vino, a su historia y su cultura. Hemos querido hacer honor al nombre de las jornadas: “Manzanares, alma del vino”, y sacar la esencia, el alma etérea de este vino nuestro ancestral y moderno a la vez; hacer una fiesta, pero respetando en primer lugar a su protagonista. Que el vino es fiesta, pero no es borrachera. Es alegría, pero no es desenfreno. Es placer, armonía, pero no hemos querido que esto se transformara en un beber por beber y sin saber ni lo que se bebía.
En el acto inaugural, mientras una guitarra acompañaba el recital de poemas centrados en el vino, pensaba satisfecho que quizá no nos demos cuenta de lo que realmente tenemos en el mundo del vino, pero ha supuesto una gran aportación cultural desde hace siglos, al ser desencadenante de poemas, obras de arte y de tantas otras creaciones en el campo de la cultura. Y sentí como ese legado cultural caía sobre mí como una responsabilidad, que me obligaba a seguir transmitiendo a nuestros hijos ese testigo que recogemos generación tras generación; con la misma fuerza y la misma alegría con la que la hemos recogido de nuestros padres.
Debemos fomentar el vino desde la cultura, desde su historia, pues sabemos que la tiene, y hay pueblos, como Manzanares, que declaran que tienen alma del vino. Debemos reflexionar sobre este tema, dejando de lado la parte comercial y más práctica. El vino es arte, es cultura, es historia y tiene alma: el alma del vino.
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Javier Sánchez-Migallón
Director Ediciones Albandea y El Correo del Vino
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