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Qué hacemos por subir a la pirámide…

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Aún estamos a vueltas con la dichosa pirámide nutricional de la dieta mediterránea, que, principalmente, ha alegrado a los niños del mundo mundial por recomendar la ingesta diaria de arroz, pasta, patatas y pan y donde no sabemos muy bien qué papel juega nuestro querido vino, siempre tomado con moderación.

En noviembre pasado desayunamos con la noticia de que el Ministerio y la Fundación de la Dieta Mediterránea habían excluido al vino de la citada construcción, en la que habían dejado un peldaño para el “cuscús”, tal y como denunciaba la consejera de la mayor zona de producción vitícola, la castellanomanchega María Luisa Soriano.

Hace unas semanas asistí en Madrid a las Jornadas de Distribución del Observatorio Español del Mercado del Vino y una de las preguntas versó sobre esta polémica. La verdad es que no se aclaró muy bien si se volvió a meter el vino con calzador en la pirámide; en qué situación se está; qué pasos se dieron por parte de las instituciones sectoriales; o si, simplemente, se trató de no herir susceptibilidades de países musulmanes regados por el Mediterráneo que creen en la máxima del Corán de que “en cada uva de un racimo habita el demonio” y que rechazan el consumo de alcohol por motivos religiosos.

Todos los asistentes tenían muy claro que había que seguir el ejemplo de los americanos, que nos meten el vino en sus películas a todas horas, en la cocina, en el cuarto de baño, en los restaurantes… En España bastaría con el hecho de que Casillas, Piqué, Nadal o Iniesta aparecieran en televisión tomando una copa de vino. El bueno de Andrés incluso tiene una bodega, que patrocina al Albacete Balompié, hace años en Primera División y ahora en 2ª B, aunque podemos ver estos días la publicidad de Bodegas Iniesta en sus camisetas por la eliminatoria de Copa del Rey con el Atlético de Madrid.

Desde luego, es necesario hacer algo, porque si FIVIN, la FEV, el Ministerio y la comunidad médica no salen como una única voz explicando las bondades del consumo moderado de vino diario en las comidas, apoyándonos en Casillas, en el cocinero José Andrés o en quien sea necesario, estaremos sembrando las dudas de si el vino es un producto “intrínsecamente sano”. Y creo que hay numerosos estudios que corroboran las bondades de ciertas sustancias del vino, como los polifenoles, por sus efectos vasodilatadores, antienvejecimiento y antiestrés, siempre que el vino se tome con moderación. De qué clase de pirámide de dieta nutricional mediterránea estamos hablando, si no es capaz de poner al vino en un “brete”. O es que olvidamos la denominada “paradoja francesa”, que nos hablaba de menores episodios de infarto en el país, algo que puede relacionarse con el consumo diario de vino, a pesar de la connivencia de nuestra bebida con alimentos graso como el “foie” o el pato.

Hace unos meses supimos que la gran campaña transnacional que se anunció a bombo y platillo por parte de la Federación Española del Vino quedaba pospuesta por falta de apoyos de las instituciones comunitarias y sabemos que se va a hacer algo, pero no sabemos aún qué ni cuándo, aunque han salido a concurso campañas de publicidad para canalizar las medidas. Mientras tanto, el consumo doméstico en España sigue creciendo y el sector se sostiene por los 21 millones de hectolitros exportados, que constituyen un récord histórico. En todo esto se advierte cierta pasividad, y cojo el testigo de una denuncia que viene haciendo desde hace mucho tiempo mi amigo Miguel Ángel Almodóvar, sociólogo y escritor y una de las voces más expertas en materias nutricionales por su “expertise” durante muchísimos años y de la que ha dado fe en numerosas publicaciones.

Ya no basta sólo en firmar actos protocolarios y en sumar esfuerzos institucionales. Hay que dar un paso al frente y, cada uno en su sitio, hablar de las bondades del vino como alimento base de la dieta mediterránea, porque a los listos esos que han metido el “cuscús”, el kebab o lo que hayan querido meter, habría que explicarles detenidamente que, el vino –bebida que, como le gusta decir a la conocida enóloga Isabel Mijares, “nace del corazón de la tierra y muere cerca del corazón del hombre”- viene contemplado como “alimento” en la Ley de la Viña y el Vino de 1970, a pesar de todos los esfuerzos “prohibicionistas” que le han acechado por el interés enfermizo de políticos como Elena Salgado.

El vino es, por tanto, un alimento que incluso habría que prescribir en su justa medida y de ahí la necesidad de involucrar a los médicos, porque es curioso que nadie se extrañe de las recomendaciones de tomar una copa de güisqui que hacen los galenos para personas que han padecido algún episodio coronario.

Para que hagamos comparaciones, en Francia, los “chateaux” vienen reflejados por ley desde la primera mitad del siglo XIX y en España se puede hacer un Pago en poco más de 10 años por las disposiciones de un legislador. Pero todo sería tan sencillo como involucrar a políticos, actores, deportistas, cocineros y médicos, entre otros muchos colectivos, e ir implicando en la Cultura del Vino a nuestros adolescentes para que, cuando lleguen a la mayoría de edad, puedan disfrutar del ambiente social y familiar que propicia el consumo moderado del vino, para persuadirles de no consumir alcoholes destilados, mucho más dañinos para la salud.

Mientras tanto, sería bueno que alguien hablara y explicara cómo está lo de la dichosa pirámide, si nos subimos o si nos bajamos en marcha…

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