¿Nos damos cuenta de que el consumidor “tipo” está cambiando?

Muchas veces queremos negar la mayor, como comúnmente se dice, y no sabemos darnos cuenta de las cosas. En estos casos, el que se da cuenta primero suele ser el que gana ya que como vulgarmente se dice, quien da primero da dos veces…
El consumidor de hace treinta años no es el consumidor de hoy, ni el de hace veinte años, ni el de diez. Antes bebía vino prácticamente todo el mundo, no había mesa en el hogar que no tuviera a la hora de comer una botella. Los trabajadores se llevaban junto al bocadillo o la merendera su botella de vino. En la mayoría de bares se bebían cañas, pero de vino, en las tascas y tabernas se bebía exclusivamente vino. En los restaurantes de carretera, de polígonos, se veía en cada mesa una botella de vino.
A cambio de esto, se era mucho menos exigente en la calidad de los vinos. Gustaban los vinos buenos, es lógico, pero el vino cotidiano, el de diario, era exclusivamente el vino de mesa, el antes llamado peleón, que era el que más se consumía.
Ese consumidor, el de siempre, lo estamos perdiendo, como dice un buen amigo mío, cada viejo que muere es un consumidor menos de vino que tenemos. Lo queramos ver o no ese consumidor está desapareciendo, pero emergen otros, los nuevos consumidores, hacia los que tenemos que enfocar nuestras miradas, ya que, al fin y al cabo, serán los que consuman nuestros vinos de aquí en adelante, y cada vez tendremos más de estos y menos de los otros.
Este nuevo consumidor no es un consumidor masivo de vino, a priori tampoco estamos hablando de un consumidor diario de vino, sino más bien de fin de semana, de comida o cena con los amigos en casa o en restaurante. Y es, sobre todo, un consumidor mucho más exigente en cuanto a la calidad de vino se refiere. No es un consumidor que se bebe lo que sea. Es un consumidor que gusta del vino, que lo aprecia y que exige un mínimo de calidad. Es también un consumidor que paga algo más por el vino, sabe que exige calidad pero que esta calidad hay que pagarla. No nos referimos a vinos de 20€ la botella, pero sí de 5 a 10 euros, ya que lo consume una o dos veces por semana y entre amigos y puede pagar esa cantidad. A este consumidor no le des un vino que no cumpla con un mínimo de calidad, que no lo aceptará.
Creo que este consumidor, con el tiempo, puede llegar a ser consumidor habitual y diario de vino, ya que se meten en un mundo, el del vino, que en muchos casos les gusta, incluso les apasiona. Siendo así, tarde o temprano tendremos a un consumidor moderado, pero de consumo diario.
Existe también el consumidor clásico, el que no es tan exigente en calidad y paga menos por el vino, por supuesto, pero es un consumidor diferente. Igual que también existe el consumidor joven ocasional, de fin de semana, que compra el vino más barato del supermercado para mezclarlo, para hacerse su calimocho, y que a lo largo del año, por cantidad y reiteración, se llevan su buen pellizco de vino al año. Pero este, mientras lo haga así, nunca será un consumidor de los otros vinos, ya que no compra el vino para degustarlo, lo compra sencillamente para mezclarlo.
Por tanto, tenemos varios tipos de consumidores de vino, unos que van a la baja, otros al alza, pero todos ellos son necesarios y tenemos que saber “verlos”. El vino de calidad media alta tiene un tirón fuerte, tenemos ante nosotros consumidores moderados, sí, pero amantes del vino, interesados por el vino y que ven en el vino esa bebida que les aporta algo más en las comidas, que lo comentan y disfrutan entre amigos. Debemos, por tanto, mirar hacia donde nos indican los consumidores nuevos, ya que ellos serán los que beberán nuestros vinos en un futuro.

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