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Caballeros del Vino: Román Cantarero

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Caballeros del Vino: Román Cantarero
Caballeros del Vino: Román Cantarero

La Asociación de Destiladores y Rectificadores de Alcoholes y Aguardientes Vínicos (ADEVIN) ha dado un homenaje, tardío, aunque más que merecido a Román Cantarero Sánchez. Un caballero del vino y quizá representante de una generación que se nos escapa entre los dedos, digno ejemplo de lo que es el trabajo bien hecho. También se homenajeó a otro caballero del vino, Manuel García de la Cruz, en un acto que se celebró el 29 de abril en el Casino de Madrid.

Al conocer la noticia, me han venido muchos recuerdos a la cabeza, y quiero, humildemente, desde El Correo del Vino, hacer mi pequeño homenaje a esta gente abnegada a la que yo siempre he querido llamar “caballeros del vino”, porque su modo de trabajo, su dedicación, eran y son algo digno de alabanza.

Los recuerdos me vienen desde mi niñez y juventud. Tengan en cuenta que si El Correo del vino, en aquellos tiempos “El Boletín de Albandea”, nació en 1947, Román Cantarero empezó con su bodega en 1945. Son, por tanto, prácticamente coetáneos.

En mi niñez, en mi casa, decir Román Cantarero, los Cantareros, era decir algo grande. Esta gente dedicaba su vida íntegramente a su trabajo, no había ni días ni horas y si ocurría algo en el vino de importancia, el teléfono de mi casa, con Román al habla, para comentar con mi padre, sonaba a las 3 de la mañana, o a las 10 de la noche, daba igual.

Gente de palabra, de cuando los contratos se hacían como recordatorio, ya que la palabra valía más que el papel firmado.

Pasa el tiempo y recuerdo, casi aún con nervios, que cuando me incorporé a trabajar con mi padre, una de las primeras cosas que me mandó fue ir a Tarancón para llevar unas muestras a Román Cantarero. Apenas contaba 18 años y para mí era el no va más. Me presenté con vergüenza, nervioso, pero el trato fue cariñoso, familiar y exquisito.

Todas estas palabras y anécdotas son para expresar lo que esta gente era y es: gente seria, trabajadora, formal, cabal, recta en su comportamiento y actitud. Una admiración fruto de mi experiencia personal, ya que me he criado, desde siempre, rodeado de esta gente.

Y las circunstancias, créanme, eran diferentes y más difíciles. Lo que hoy es una información instantánea, antes era una comunicación por teléfono, larga y difícil, a base de conferencias que no te daban nunca. Frente al mail de hoy, el correo ordinario, aunque tardaba días y días, era el medio más rápido para comunicar heladas, o hechos extraordinarios.

Por aquel entonces, el mercado del vino estaba en manos de gente así, gente para la que el trabajo y el negocio eran lo primero, no había horas. Y esto se traducía en un éxito merecido, ganado a pulso, un espejo del sector donde se miraban muchos bodegueros, muchos compradores. Y si Román salía a comprar, el vino subía, no solo por las grandes  cantidades que podía comprar, sino porque se pensaba que “si los Cantareros compran, por algo será”, y rápidamente todo el mundo compraba. Por el contrario los elaboradores decían que si Cantarero compraba algo debía de pasar y reducían ofertas y ventas, lo que hacía subir el vino. Como digo, el espejo del mercado.

Celebración del homenaje en el Casino de Madrid, 29 de abril de 2016

Al abrir la alcoholera, aunque seguían con los vinos, se convirtieron en muleta para sostener el mercado. Siempre lo decía mi padre, “el mercado se apoya y sustenta por dos muletas, la del Estado y la de las alcoholeras”, y era cierto. Entonces Román Cantarero se transformaba, con otras pocas alcoholeras, en muleta del mercado, donde si no cabía en la bodega el vino, se llevaba a la alcoholera y luego se hacían cuentas, pero el problema se solucionaba. Si una tinaja se iba un poco de volátil, la alcoholera solucionaba el problema y si hacía falta dinero para pagar vendimia o uvas, ahí estaba la alcoholera para echarte una mano, adelantando el dinero de los orujos o las lías.

Por tanto este homenaje que se le ha dado, no es que fuera merecido, es que era necesario. Es el reconocimiento de un sector entero a una vida dedicada por completo al vino, ya que me consta, por sus hijos, dignos continuadores, que Don Román, con más de ochenta años, sigue viviendo por y para el vino; es algo que lo llevan en la sangre.  Por lo tanto, sirva este artículo como unión, por mi parte y la de El Correo del Vino, que dirijo, a tan merecido homenaje.

Termino aquí este homenaje a Don Román Cantarero, quizá el más famoso exponente de este tipo de gente extraordinaria, única, que ya no se da, y que antes se daba por numerosísimos puntos de España entera. Gente diferente, admirable por su abnegación y trabajo, por su seriedad y compromiso, gente enamorada que vivía y vive por y para el vino, eran, sin duda y con mayúsculas, LOS CABALLEROS DEL VINO.

 

Javier Sánchez-Migallón  
Javier Sánchez-Migallón
Director Ediciones Albandea y El Correo del Vino

 

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