Cada vino en su momento y los nabos, en Adviento
Cuentan que Ildefonso Mareca, que fue director de la Escuela de la Vid de Madrid durante varios años, preguntaba a sus alumnos cuál era el mejor vino que ellos conocían. Cada uno de ellos afinaba sus conocimientos y citaban marcas como Vega Sicilia, Château Pétrus, La Tâche, Pingus… o acudían a variedades de renombre como la cabernet sauvignon, la chardonnay o la pinot noir.
Cuando todos habían hablado, el profesor Mareca pontificaba con claridad una de las verdades de Perogrullo en el mundo del vino: “El mejor vino es el que se vende”.
Viene esta reflexión, aparentemente simplista, a dar la razón a Rafael del Rey, director general del OEMV, cuando, en sus múltiples conferencias a lo largo de toda la geografía nacional e internacional, asegura que las tendencias del mercado van por vinos más jóvenes, con poca crianza o sin ella, atractivos y adecuados al momento de consumo. Asegura que la llegada al mundo del vino de personas de entre 20 y 30 años, entre los que figura un porcentaje importante de mujeres, propicia el consumo de vinos comerciales, fáciles de beber y con escasa complejidad. Sin que esta tendencia anule el amor por vinos más complejos, estructurados o maderizados, según los casos, de una parte de la población madura más formada en el consumo.
Una conferencia de la máxima autoridad del Observatorio Español del Mercado del Vino (OEMV) venía a poner los puntos sobre las íes a una realidad que parte del sector, y no pocos críticos de tendencia más elitista, se empeñan en desdeñar. Como si el mundo del vino fuera capaz de absorber todos los años una producción superior a los 26.500 millones de litros elaborados al modo y manera de un gran cru classé y con un precio medio superior a los cien euros cada botella.
La realidad del mundo del vino es la que es y va a resultar muy difícil cambiarla, aunque haya tendencias que sería necesario corregir poco a poco para ganar en calidad y, por tanto, en valor añadido. El fondo de comercio que nombres como Burdeos, Borgoña, Chianti, Rioja o Douro acumulan va a ser difícil de cambiar. Y algunos de sus vinos más mediocres, por el hecho de portar el apellido que llevan, son más fáciles de vender que si estos fueran de Cariñena, La Mancha, Puglia o Languedoc-Rousillon. Simplemente por una fama bien ganada a través de los años.
Pero sí es verdad que una de las maneras de vender más y mejor vino consiste en que puedan hacerse buenos vinos a un precio adecuado. Y hablamos del honesto vino de todos los días o del que mucha gente toma, especialmente en época veraniega, acompañado de gaseosa, hielo y una rodaja de limón. El vino debe ser ante todo, y sobre todo, disfrute. Y su consumo debe ir paralelo a la época que nos toca vivir. Es más lógico disfrutar de un buen vino tinto complejo y estructurado en invierno, y en zonas frías, que en plena canícula agosteña. Pero eso no quiere decir que el verano no pueda acompañarse de excelentes vinos tintos más ligeros, entre ellos los grandes Borgoñas y buenos vinos de Galicia o Canarias, por poner algunos ejemplos, además de los grandes blancos y rosados que de manera magistral se elaboran por todo el mundo. Como en todo, el que paga manda. Y las tendencias en vino, pese a quien pese, las crean los consumidores. Aunque algunos gurús, o aspirantes a serlo, piensen que son ellos y no paren de mirarse al ombligo.
José Luis Murcia
Periodista. Miembro de AEPEV-FIJEV.
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Periodista. Miembro de AEPEV y FIJEV
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