El Vino y las comidas de negocios
¿Es prudente tomar vino en las comidas y cenas de negocios?
¿Su consumo puede debilitar la lucidez y la capacidad negociadora de los participantes?
¿La estrategia de consumo de cada una de las partes supone alguna ventaja diferencial, a la hora de negociar acuerdos ventajosos para ellas?
Según mi experiencia, se ha producido una evolución a lo largo de los años, que se podría resumir en algo así como:
“Del todo a la nada, hasta llegar a un equilibrio moderado”
Y me explico: Hace ya bastantes años, la característica de muchas comidas de negocios, eso sí con excepciones, era el consumo abundante de vinos y destilados, tanto en el aperitivo, como en la comida y en la sobremesa. La verdad es que se generaba mucha, a veces demasiada, empatía, pero no sé si todos los acuerdos se tomaban bajo las mejores condiciones.
Después vino una época de contención, en la que poco a poco las compañías fueron implantando normas corporativas que regulaban el consumo de alcohol, tanto dentro de sus instalaciones y oficinas, como fuera de las mismas.
En ese sentido, incluso algunas empresas pusieron una norma que indicaba que cuando se reservaba en un restaurante, para una comida o cena de negocios, había que avisar de que en ese servicio no se servía nada de alcohol y, por supuesto, la mayoría prohibieron su consumo en los comedores de la empresa.
Y, como suele ocurrir casi siempre, se impone la razón y se llega al consenso de que una o dos copas de buen vino en una comida, no más, crean una atmósfera más agradable y no interfieren en la capacidad de negociación de las partes.
En cualquier caso, lo que siempre ha estado claro es que un brindis con unas buenas copas de vino es la celebración perfecta del cierre de una negociación.
Ex Director General de Repsol
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