Activistas anti OGM y la dialéctica del terror

La madrugada del 16 de agosto una turba anónima de 61 dementes interrumpió en un campo de experimentación científica, arrasando literalmente 70 pies de viña genéticamente modificados
Cuando los argumentos no sirven o no se tienen se recurre a la máxima fascista de la dialéctica de los puños y las pistolas. Es lo que ha sucedido recientemente en Francia, concretamente en la madrugada del 16 de agosto, cuando una turba anónima de 61 dementes ha irrumpido en un campo de experimentación científica, que el Instituto Nacional de Investigación Agronómica de Francia posee en la ciudad alsaciana de Colmar, y ha arrasado literalmente 70 pies de viña genéticamente modificados que servían como base de un estudio para combatir un virus conocido popularmente como el del entrenudo corto (xiphinema index y diversicaudatum xiphinema).
Con su acción, estos sesudos intelectuales, no sólo han cometido daños valorados en 16.000 euros, que es lo de menos, sino que han tirado por tierra el esfuerzo incansable e infatigable de un numeroso grupo de hombres de ciencia que tienen que enfrentarse no sólo a la incomprensión de un trabajo poco reconocido y peor pagado sino a las fauces de un grupo de cavernícolas que pretenden que se les llame progresistas y amantes de la naturaleza. Manda huevos…
El virus del entrenudo corto se produce como consecuencia de la actuación de los nematodos (gusanos microscópicos) que habitan en el suelo de las viñas y que producen una enfermedad viral, presente en la práctica totalidad de las regiones vitivinícolas, que causa amarillez en la hoja y que termina por secar la planta. Incluso aunque la cepa se arranque, la acción de los nematodos continúa y resulta prácticamente imposible predecir que una nueva plantación no vaya a ser dañada.
Pues bien, gracias a la samaritana acción de estos defensores de la naturaleza, los vitivinicultores tardarán más tiempo en contar con un remedio eficaz contra una enfermedad que no sólo provoca la muerte de las viñas sino que vuelve las tierras desérticas e improductivas.
Es cierto que la opinión pública europea es reacia, en buena parte, al uso de los organismos modificados genéticamente (OMG), aunque existen varias semillas, esencialmente de maíz, aprobadas por la EFSA, autoridad sanitaria de la UE. Mientras más de 14 millones de agricultores de todo el mundo sembraron en 2009 un total de 134 millones de hectáreas con OMG, con los Estados Unidos a la cabeza (64 millones de hectáreas), seguido de Argentina y Brasil, con más de 21 millones de hectáreas, respectivamente; India y Canadá, con más de ocho millones de hectáreas y China con casi cuatro millones de hectáreas, la UE se acercó a las 95.000 hectáreas, de las que el 80% se encuentran en España, y más concretamente en el Valle del Ebro, región especialmente sensible al taladro del maíz, plaga que desaparece con la tecnología transgénica.
La auténtica realidad es que los OMG son apoyados por la inmensa mayoría de la comunidad científica y concretamente por 39 premios Nobel. En España, científicos de la talla de Santiago Grisolía o Margarita Salas se han pronunciado en varias ocasiones a favor de los mismos, mientras se hace difícil encontrar voces de relumbrón en quienes se oponen, a no ser que consideremos insignes científicos al asaltapalacios de Greenpeace y hoy aspirante a político Juancho López de Uralde, o al portavoz de Océana, Ricardo Aguilar.
Estos activistas, herederos del discurso incendiario del acomodado José Bové, propietario de una modesta vivienda ecológica con un coste superior al millón y medio de euros, siguen la estela de aquellos descerebrados que pusieron hace un par de años un artefacto explosivo en una sucursal francesa del McDonald´s y terminaron con la vida de uno de sus empleados ¡Viva la lucha de la clase obrera!
En un país como el nuestro que ha conocido una cruenta guerra civil y una represión tremenda por parte de un dictador que todos los días se empeñaba en salvarnos, tiene bemoles que tengamos que aguantar, aunque sea en el vecino de arriba, la acción de estos nuevos guardianes de la ley y el orden que se han propuesto salvarnos de no sé qué y de no sé quién…Aunque sea a costa de saquear campos de ensayo, de destrozar el trabajo de los científicos y de machacar a la sociedad a la que dicen defender. Qué nos dejen en paz de una vez.

Periodista. Miembro de AEPEV y FIJEV
Suscribirse
Reciba nuestras noticias en su email