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El festival del verano

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El festival del verano
El festival del verano

«Pulpo y vino fuera, cerveza y bocadillos dentro. Si esa es la ecuación que buscábamos, fetén, porque lo estamos haciendo genial.» Crónica (sin vino) del Resurrection Fest

El Resurrection Fest es un festival de hardcore/punk y metal que, a lo largo de sus 9 ediciones, ha convertido una villa remota y marinera de 16.000 habitantes en lugar de peregrinación anual para más de 30.000 (y creciendo) habituales que cada año ya son recibidos como verdaderos hijos pródigos.

Visitar Viveiro durante los días del Resurrection, vayas o no al festival, es un espectáculo totalmente recomendable. Y lo dice alguien que abomina de las multitudes. Esto es así, en parte por tratarse de uno de los festivales de música mejor organizados de la península y en parte por la conexión casi mística que existe entre público, pueblo y evento. Entre ellos se sostiene un entendimiento que va más allá del ‘te voy a tolerar porque vienes a dejar dinero a mi pueblo’. Aquí, señores, hay amor. Y ser testigo de esto, a través de un festival multitudinario de música hardcore, es realmente inspirador.

Por supuesto, el éxito del Resurrection está en la música. En un cartel que nunca defrauda y que este año incluyó nombres como NOFX, Megadeth, Testament, Gojira, Red Fang o Down entre muchos otros que hacen que algunos ya se relaman pensando en el décimo aniversario. La música es la clave, pero sólo porque está programada por verdaderos apasionados de ella. Un festival de fans, para fans.

El Resurrection es, a día de hoy, una marca comercial, un evento económicamente rentable, mimado por sus patrocinadores, respetado internacionalmente y con proyección de futuro. Pero esto no siempre fue así, y lo que ahora parece fácil sólo fue posible por un feliz encuentro del destino que hizo que se entendiesen dos almas apasionadas, dos chavales con ilusión y amor por su pueblo. Uno era un adolescente que, apenas superada la mayoría de edad, fundó y desde  entonces dirige el Resurrection Fest, Iván Méndez. El otro pasaba de cincuenta y era el alcalde de Viveiro, el siempre recordado, único, libre y carismático Melchor Roel.

Pero me emociono y yo venía aquí a hablar de vino. Lo único que eché de menos en un festival donde no falta ni el papel higiénico a las 5 de la mañana. Y no porque no se beba vino en el pueblo durante esos días (mucho Ribera del Duero, no me preguntéis por qué) sino porque una vez más resultó imposible encontrarlo dentro del festival.

Mucha cerveza, mucho jager, y más de 30.000 asistentes disfrutando de conciertos, comiendo y bebiendo durante más de 10 horas al día en un recinto cerrado. ¿Y las bodegas? Ni estaban ni se las esperaba, pero si no pudimos encontrarlas no es culpa de los organizadores sino (una vez más) de la propia inopia de creer que este evento no es para nuestro sector. ¿Cuándo vamos a ser nosotros quienes comercialicemos directamente los combinados de vino (sí, me refiero a sangrías y kalimotxos entre otros) en lugar de permitir que se siga haciéndose mal? Con todo lo que nos perjudica tanto en imagen como económicamente.

A esas bodegas yo les digo que he visto cosas que ellas no creerían, he visto a miles de chavales amantes de la música hardore y punk llenar los locales hosteleros de Viveiro demandando vino (también los he visto devolviendo las copas vacías a la barra desde las terrazas antes de irse). Lo peor de todo, les he visto dando por sentado que el vino es eso que uno se bebe antes de entrar al festival, algo que una vez dentro no van a encontrar. Algo ya establecido, como que dentro del recinto van a comer pizza y no centollos. Pulpo y vino fuera, cerveza y bocadillos dentro. Si esa es la ecuación que buscábamos, fetén, porque lo estamos haciendo genial.

 

 

 

Cristina V Miranda es periodista, sumiller y directora de comunicación en la consultora enológica Enopassión. Dirige el Festival de Música Independiente y Cultura del Vino: enoFestival y ha creado y gestiona el proyecto enomusical: I’m The Mocker.

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